La sexualidad también tiene un importante papel en la construcción de la identidad social y psicológica de los individuos. La atribución social de la identidad de género, es decir, definirse a uno mismo como hombre o mujer, es la primera clasificación que debe realizar el individuo, antes incluso que la étnica, religiosa u otra cualquiera. Antes que nada somos hombres o mujeres.
Aunque parezca extraño hay diferentes maneras de conceptuar el género al que pertenece una persona. Incluso calificarse a sí mismo como hombre o mujer es una tarea compleja y no exenta de matices. Se podría decir que hay diferentes niveles de masculinidad o femineidad:
- SEXO HORMONAL: Refleja el equilibrio entre andrógenos y estrógenos, y da lugar a los caracteres sexuales secundarios (barba, pechos, etc.).
- MORFOLOGÍA GENITAL: Presencia de pene y escroto en los varones y de vagina y clítoris en las mujeres.
- SEXO ASIGNADO: La designación social de una persona como niño o niña.
- SEXO PSICOLÓGICO: Hace referencia a cómo los individuos tienden a considerarse a sí mismos como varones o mujeres, y cómo lo manifiestan de una forma pública.
Los estudios indican que el proceso de asignación de género es extremadamente complejo e implica interacciones entre factores genéticos, neuroendocrinos y ambientales. Pero en el fondo, asignar la pertenencia de una persona a uno u otro género es muy sencillo: basta con preguntar a esa persona qué se siente, hombre o mujer. En el caso de la identidad de género no hay duda, cada uno es lo que se siente, independientemente de los órganos sexuales que posee.
La asignación de un individuo a un género es básicamente una atribución social. El individuo se encuentra clasificado en uno de los roles sociales aceptados antes de que tenga conciencia de ello y de su significado para la sociedad.
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